28 de marzo de 2011

Mano de santo

Después de un trabajo de meses, de la creación de una comisión para poner orden en la documentación asociada al pleito y del intento fallido de hacer un buen arreglo, el acusado, su defendido, un imbécil con mucha pasta, acababa de encender la hoguera en la que iba a ser quemado vivo. Eso es lo que pensó al verlo en todos los periódicos. Justo la noche anterior habían estado cenando juntos y, mientras leía el menú para escoger un plato de pescado, había vuelto a afirmar que jamás se haría al tonto o el loco aunque eso lo librase de la cárcel. Comprendía ahora, viéndolo en las noticias, que el imbécil al que defendía quizás no lo era tanto. “La clave está entonces en que todos crean que yo no estoy en mis cabales, ¿no es eso?”. Ahora incluso su propio abogado podría afirmarlo.

(microrrelato presentado en el III Concurso de Microrrelatos sobre Abogados, mes de marzo)

3 comentarios:

  1. Bien el argumento, ese engaño al abogado, que es el guiño al lector, ni una palabra de las requeridas fuera de contexto o tono, espero que tengas suerte en la selección, Luisa. Un abrazo.

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  2. Gracias, Maite, pero no he sido seleccionada. Para otra vez será.

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  3. Todavía puede entrar. Suerte.

    Besos sin pleitos.

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