21 de marzo de 2016

El video mató a la estrella de radio

Mi madre y yo vivíamos en una casa en cuyas paredes rebotaba el sonido constante de una radio y la ausencia de padre.
A ella le gustaban las telenovelas y por eso, y por estar juntos, todas las tardes oíamos alguna, ella con la costura en las manos y yo jugando con algo.
Después, al poco de empezar la emisión, llegaban a mis oídos sus suspiros, sus susurros y hasta las lágrimas, mientras las agujas y los hilos descansaban inertes en su regazo; sonidos que se mezclaban con el ruido del viento, de la lluvia, de un caballo, de un beso o de un disparo que yo oía en un segundo plano, que daban a la insufrible telenovela realismo y magia, y con los que soñaba poder ganarme la vida en cuanto pasasen algunos años.
Después, y en este orden, llegó su muerte, Vietnam, el hospital de campaña, la televisión y esos vídeos musicales que no puedo oír, que miro sin parar y contra los que peleo con suspiros, susurros y lágrimas, como mi madre hacía, mientras la vida continúa varada y muda en mi regazo.

(microrrelato escrito para Esta noche te cuento, tema: “la radio”)

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