Apenas comía. Era pálido, casi transparente. Sus labios y
sus ojos se confundían con el color de su piel. Vestía colores apagados y
grises. Apenas hablaba y prefería los susurros. Observaba todo fijamente.
Parecía no querer estar allí. Nada más alejarse de él se le olvidaba, pero ante
su presencia todos se sentían incómodos. En ocasiones parecía que algo le
atormentase, otras parecía asumir su condición de ser extraño con una sonrisa
terrible. Sus manos estaban heladas. Desconocía el llanto y la risa. A veces
parecía cojear o llevar una pesada carga; otras daba la impresión de flotar,
como si un único soplo de aire pudiese llevarle lejos. Era, sin embargo,
fuerte.
No podemos confirmar si alguna vez estuvo vivo, sólo
sabemos que lleva años viviendo como un fantasma. O eso parece.
Que desalentador.
ResponderEliminarBesos.
Hay personas que se ajustan bastante a esta descripción, ficción y realidad no se encuentran tan distantes.
ResponderEliminarUn abrazo, María Luisa
Eso parece.
ResponderEliminarMicro para cavilar.
Besos, Luisa
Me gustó.
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