2 de febrero de 2017

Juguetes

Estuvo analizando los pros y los contras una vez más. Incluso hizo unas listas bastante pormenorizadas esperando que le ayudasen.
Las ventajas de provocar un fin del mundo eran, sin lugar a dudas, innumerables. De hecho, si lo pensaba bien, sólo había  una cosa que le impedía seguir adelante: la seguridad de que Padre le castigaría con crear otro mundo quizás en menos tiempo y usando chatarra en vez de barro, mientras le repetía aquello de ser responsable y hacerse cargo de las criaturas que uno voluntariamente había creado
Así que, en cuanto lo pensó un poco más, encontró que no tenía ni las ganas ni la energía como para empezar desde cero; dejó que las profecías pasasen una detrás de otra, permitió que ese pequeño mundo siguiese su curso y, a imagen y semejanza de los hombres, hizo lo que había hecho siempre, mirar hacia otro lado y hacer como si todo aquello no fuese con él.

5 comentarios:

  1. Y no podía mejorar las reglas del juego...
    Un abrazo.

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  2. Le tocó el Dios menor del cual hablaba Borges. Definitivamente que resulta personal contar con un Dios, o nó. Cada quien decide según lo perciba en su experiencia.

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  3. Así vamos como vamos, a nuestro aire.
    Siempre interesante y original, Luisa
    Un abrazo

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  4. Alfred, nos tocó un Dios perezoso, siete días de trabajo, ya ves; y así vamos, a nuestro aire, como Ángel apunta.
    Y eso... para los que creen en él, porque es un asunto de lo más personal (totalmente de acuerdo con Carlos)

    Gracias, chicos, un placer y buen finde

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