Había sido un
flechazo, letal, pero un flechazo. Ahora, pasado el tiempo, conocido el final
de su historia, estaba segura de que él no había sentido nada, de que sólo
había encontrado en ella una víctima perfecta, entregada, que le acompañaba,
que le secundaba, de la que se aburrió y que un día descubrió tan rota y
gastada como para abandonarla.
En ocasiones
aún caía en la tentación de hacerse preguntas; pero con el tiempo, había
aprendido a dejar de lamentarse, admitiendo a su pesar que por él lo había
dejado todo, estudios, familia y trabajo, y que esa vida normal y corriente que
parecía haber estado en alguna ocasión al alcance de la mano era, y quizás
sería siempre, inalcanzable.
Aunque ahora
iba a intentar alcanzarla, porque había decidido que ya siempre iba a
intentarlo.
Y quizás no
fuese tan difícil, ahora que él no estaba.
Puede que
hubiese sido un flechazo, poco importaba. Ahora estaba sola para volver a
cambiarlo todo, para trastocarlo. Iba a hacer que su vida cambiase otra vez,
completamente, pero no acababa de encontrar la palabra adecuada.
(microrrelato seleccionado y
publicado en el libro “Antología II”, Asociación
Ateneo Socio Cultural de Laguna de Duero)
Siempre se puede volver a empezar.
ResponderEliminarUn abrazo.
A veces nos olvidamos pero sí, siempre se puede
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