Poco antes de que los domingos fueran amargos y temiese que hablase,
viví un sábado de borrachera intentado olvidar sin lograrlo que el viernes
anterior ya estaba con otro, como si no hubiera ocurrido nada; cuando en
realidad solo el jueves había salido de mi casa empujando una maleta, el
miércoles se había negado a seguir discutiendo sobre qué hacer, el martes
lloraba y temblaba en mis brazos y el lunes éramos sorprendidos por el que era
entonces su violento marido, ese que yo había matado, para complacerla,
intentando salvarla.
Eso sí que es utilizar a alguien.
ResponderEliminarEl tiempo se encarga, siempre, de arruinar todas las aventuras.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Muy cierto, para todo se necesita tiempo, el bien más preciado.
ResponderEliminar