6 de noviembre de 2017

La interrupción

            Llegó a casa cuando no la esperaba y me encontró en el baño cortándome las venas.
            Me miró y dijo:
            -Intenta no salpicar mucho, cariño, la sangre se quita fatal.
            Y sólo por eso, dejé de cortarme las venas en ese instante aunque ella no me lo agradeció, porque no lo ha hecho nunca y porque ahora sé que nunca le importé lo bastante.
            De modo que, con el cuchillo en las manos, la seguí al dormitorio y, antes de que se diese cuenta, la había dejado descansando en la cama después de arrancarla algunos gemidos como hacía años que no escuchaba; para poco después, de nuevo en el servicio y en su memoria, tener el cuidado de que ninguna gota de sangre cayese fuera de la bañera.
            Así, cuando la señora de la limpieza llegue mañana y nos descubra, solo se enfadará con mi mujer y hasta quizás entienda esta sonrisa tonta que se me está dibujando los labios.  

2 comentarios:

  1. A esta situación se la podría calificar de incomunicación llevada al extremo.
    Surrealismo y humor negro de calidad.
    Un abrazo, Luisa

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  2. Gracias, Ángel, había que alegrar el lunes o intentarlo.

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