-Obedecía
órdenes –ha repetido hasta la saciedad el hombre que tengo delante intentando
justificar sus crímenes-. Era un soldado, sólo eso.
-Yo, en cambio, pienso que eres algo
más.
Me ha mirado con curiosidad, con sorpresa
incluso, y yo he hecho que vea esas fotos que conozco de memoria, le he
obligado a oír las grabaciones con los gritos de la gente y los silencios.
Creo que ya está empezando a
quebrarse, eso espero.
Dentro de un rato le llevaré la
cena, le daré las buenas noches y le dejaré solo; le trataré como el hombre que
ha sido siempre y quizás, si tiene suerte, el dolor que causó empezará a
atravesarle de lado a lado. Puede que entonces comprenda que nosotros no
torturamos, no ejecutamos, no eliminamos a aquellos que no comparten nuestro
punto de vista; puede que entienda que los crímenes siempre hacen mella en el
corazón de los hombres, sean éstos soldados o víctimas, que nada ni nadie puede
justificarlos y menos aún un uniforme.
El problema es que para muchos el entendimiento se encuentra tan ofuscado que creen que todo el mundo debe de actuar de la misma manera. En todo momento.
ResponderEliminarSaludos,
J.