Mientras suelto las
pastillas en las hierbas altas y veo cómo mi mano se va abriendo, ya sin
fuerza, empiezo a sonreír. Después, atravesando el luz que ilumina el solar que
solemos usar, creo ver llegar la cara de Juan, parece estar preocupado, mueve
los labios pero no lo entiendo y cierro los ojos de nuevo. Me dejo llevar, pero
algo me dice que me volverá a salvar y no lograré irme.
Esa gente que no sabe cuando dejar de entrometerse en la vida de los demás...
ResponderEliminarSaludos,
J.