Le
dolía de forma constante la cabeza, sin embargo poco podía hacer, aguantar y
esperar a que otros descubrieran su mal y le pusieran remedio.
Afortunadamente aquel
otoño llovió, las heridas hicieron unas hermosas goteras y los inquilinos no
pudieron hacer otra cosa que arreglar la azotea.
A Dios gracias llovió. Me encanta!!
ResponderEliminarBesicos muchos.
Gracias, eres mi más fiel lectora y comentarista y te lo agradezco infinito.
ResponderEliminarMuchísimas GRACIAS!!!