Estuvimos ensayando durante meses el nuevo número de
magia, elegante, aparentemente sencillo pero simplemente genial.
Por eso, cuando creímos haber alcanzado la perfección,
empezamos a hacer publicidad para asegurarnos de que el día que lo
representásemos por primera vez la sala estuviese llena.
Todo salió perfecto, justo como yo esperaba.
Él inició el número, ejecutó algunos pases, hubo un
redoble de tambor, unos segundos de absoluta oscuridad, dejó al público sin
habla y poco después intentó que yo volviese a aparecer, sin lograrlo.
Quizás no hice bien, es posible que sea la responsable
de que su carrera haya acabado, no lo niego; pero no solo era bueno siendo
mago, también lo era haciéndome daño.
Excelente tú, que has conseguido una vez más dejarme con la boca abierta y aplaudir ese juego de magia tuy que consigues con las letras.
ResponderEliminarbesicos muchos.
Algunos no aprenden nunca.
ResponderEliminarBuen relato.
Saludos,
J.