Cuando se despertó, antes de que el
sol llamase a su ventana, recordó el día que era; el fin del mundo estaba
previsto hoy y él había decidido ser un espectador atento. Tenía dos cosas a
favor: su avanzada edad y un amor perdido hacía ya demasiado tiempo.
Miró con curiosidad por la ventana,
atento a los signos. ¿Cómo sería? ¿Dolería acaso? Aunque lo hiciese, no podría
hacerlo más que la ausencia de ella.
Así,
asistió a un amanecer sobrecogedor, lleno de sorprendentes naranjas, de rosas
potentes, de nubes voluptuosas. Vio bandadas de pájaros bailando en el aire.
Oyó la conversación del viento, su susurro. Se hizo una comida ligera, bebió un
poco de vino, acarició algunas viejas fotos y repasó aquellos recuerdos que
siempre habían estado vivos en su cabeza. Sí, estaba preparado y, cuando vio
que la noche llegaba, pensó: “moriré dormido”.
Al
día siguiente, sin embargo, todos seguían vivos. El espectáculo de colores se
volvió a suceder pero, para él, había dejado de tener gracia.
Cuando uno se hace a la idea de algo y no llega, la decepción es inevitable.
ResponderEliminarMuy buena esta prórroga, Luisa
Un abrazo