El hombre de negocios espera a que
el chofer abra la puerta del que es el cuarto coche de su colección de veinte,
se abrocha la americana por encima de la corbata de seda y repite a cámara su
fórmula del éxito: “gastar lo justo, ser austero”.
Una joven sale de una de las tiendas
de ropa del centro, está cargada de bolsas pero, con desesperación no fingida,
dice a su fantástico teléfono: “en serio, no sé qué ponerme”.
Los periodistas, vestidos de
camuflaje, informan del conflicto armado desde la piscina del hotel. Piden
daiquiris mientras repasan el número de muertos.
Y tú, que acabas de dejarme, que me
dices que ya no me quieres y has confesado haberme puesto los cuernos, insistes
en hablarme de amor, en darme lecciones y decirme todo lo que hice mal en esa
historia que yo siempre creí que era la nuestra.