El primero por homosexual. El segundo por haber
confesado un crimen, bajo tortura. El tercero por ser un activista político. El
cuarto por estar implicado en un atraco con muertos, que él no cometió como los
testigos afirman. El quinto por periodista. El sexto por unas pruebas, falsas
pero pruebas. El séptimo, el que sonríe, por tener un trastorno mental que le
impide comprender. El octavo, porque alguien encontró unas huellas, lo de menos
es que no fuesen suyas. El noveno, por no tener defensor. El décimo, aunque
esté arrepentido y sea un menor. El undécimo para ser eliminado de la carrera
política, por la que ascendía demasiado deprisa. Y el último, porque hay doce
sogas, aun cuando los padres de su víctima hayan suplicado su perdón y no
puedan sostener otro muerto sobre sus cabezas.
Doce hoy, y mañana otros doce, como
cada día.
Se van a quedar sin gente
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