Las
palabras salían de sus labios sílaba a sílaba mientras su dedo recorría el
papel. Mi tata Petra me había pedido que la enseñase a leer cartas de amor;
aunque lo que más extraño es que haya empezado a hablar de Juan, el viudo del
pueblo, como si no hubiesen sido vecinos treinta años y afirme, tan cabezota y
pesada como siempre, que es él su primer amor, que tiene una falta y será una
niña que criaré yo, que a ella le gustaría pero no podrá porque (“no te
olvides”) en su último cumpleaños fueron más de ochenta velas las que sopló.
Ayyy Luisa y esta tata tan entrañable. Me ha recordado a una amiga que espera a su madre (tendría ahora 120 como mínimo) y a su marido que vuelva del último vuelo que hizo. Precioso.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Gracias, guapa. Besazos
ResponderEliminarEl tiempo a veces se pasa volando
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