Las luces acababan de apagarse y
sabe que en unos minutos llegará el sonido de un llanto; porque siempre hay
uno, cambiándose de lugar y de colchón, desapareciendo en ocasiones para
recrudecerse más tarde.
Avanza con cuidado por el dormitorio
y llega hasta la cama en la que hoy nacen las lágrimas. Se sienta en el borde y
empieza a acariciar la cabeza del pequeño mientras él, también con lágrimas en
los ojos, lucha contra los recuerdos y renueva la promesa más importante: el
dolor que se le infringió al niño que fue morirá en el adulto que es, no habrá
ni repeticiones ni venganzas.
Uyyy Luisa. Hoy con tu micro me has recordado uno de los trabajos que tuvo mi hija en un colegio de acogida. Madre mía que de experiencia tuvo!!
ResponderEliminarTu relato como siempre, magistral!!
Besicos muchos.
Si el micro te recuerda eso, pobre del que en realidad lloraba y... mis admiraciones por la que repartía consuelo. Un beso
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ResponderEliminarQue amargor D:
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