Salía de la fábrica siempre con prisas, intentando ganar con zancadas a la noche, deseando estar en casa para oler el jabón en las pieles de sus hijos y encerrarlos en un interminable abrazo de oso.
Sin embargo el ruido de los neumáticos sobre el asfalto y el coche que se abría a su lado hablaban ya de otros deseos que, sumándose al silencio de las calles de Ciudad Juárez, acabarían por convertirse en el silencio más largo y en el más grande de los secretos.
Una larga noche por delante.
ResponderEliminarUna vida corta
ResponderEliminarUyyy que triste final Luísa, pero tan real en ese lugar!!
ResponderEliminarBesicos muchos.
Mientras le suceda a otro nunca reaccionamos y, cuando nos sucede a nosotros, ya es tarde.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Trememundo
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