8 de octubre de 2020

E. T., el extraterrestre


Eduardo Torres no era de este mundo, o eso decía; y la gente, tras la confesión, sonreía y comenzaba a apartarse de él.
Él, por su parte, inasequible al desaliento, no dejaba de hacer cosas curiosas: estar sin comer varios meses, aprender idiomas en minutos, proyectar imágenes utilizando solo sus ojos, decir qué había detrás de las paredes, o diagnosticar y curar enfermedades antes que el médico.
Supongo que en una gran ciudad su vida habría sido muy diferente, pero Edu apareció un día en este pequeño pueblo castellano y se quedó logrando ser un vecino diferente, un mago amable y un hombre que cuenta batallitas en el bar y no deja de mirar al cielo.
Nunca le hicimos muchas preguntas la verdad; le dejamos a su aire y hoy, dos días después de que desapareciese iluminado por el rayo verde que salía del ovni que se posó sobre la plaza, cuando ya empezamos a echarlo de menos, hemos de anotar entre sus muchas virtudes que tampoco mentía.

2 comentarios:

  1. Ya no queda gente como el pobre Edu. Que lo extrañen ahora si quieren.

    Saludos,

    J.

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  2. Pues es una lástima que se tuviera que ir

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