Te recibo a ti, Berto, como esposo y me entrego a ti…
Acababa de decidir que nunca diría
esas palabras y la sorpresa era que no lo lamentaba, que no se sentía
traicionada, no totalmente.
Permitió que en la habitación contigua la pareja
llegase al clímax y solo entonces entró, para dejar el anillo sobre las sábanas
y largarse antes de que él empezase con las acostumbradas excusas.
En cuanto a lo del chiquillo que llevaba en las entrañas, detalle que
había ocultado a todos, ella se ocuparía de que jamás pudiera reclamárselo; de
hecho, y desde hacía solo unos minutos, Berto había dejado de ser el padre y es
que como él mismo diría: “no es lo que parece”.
una triste confecion No puedo opinar
ResponderEliminarel escrito me gustó
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