La
luz de los faros apenas lograba horadar la cortina de agua que caía del cielo.
Sin embargo él, sintiendo aún el dolor en el pecho, dejaba que el pie se posase
en el acelerador en un intento por huir de la traición, de las palabras y de
sus fríos labios.
De
repente creyó ver una mujer de pie sobre el asfalto, ¿un fantasma acaso? ya que
el coche siguió sin contratiempos su marcha; sin embargo…
-Justo
a tiempo, un poco más y te me escapas.
Una
dama vestida de negro estaba sentada a su lado.
Se
asustó, como no podía ser de otro modo, y, antes de que volviese a desaparecer,
de que todo se trastocase, tuvo el tiempo de oírla decir:
-Vas
demasiado rápido para tomar esa curva que tienes delante.
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