Habían caído en la desidia, quizás demasiado pronto; apenas un par de años de matrimonio y la dejadez campaba a sus anchas entre ellos. En ocasiones ella pensaba que tendría que intentar reparar aquello pero lo cierto es que el macramé, las compras y el desayuno con las amigas reclamaban toda su atención y tiempo. Incluso, cuando una de ellas les mostró unas contusiones de color índigo, supo que era una persona con suerte, sin amor pero con suerte; y es que su marido le había prometido que jamás le pondría la mano encima siempre y cuando hiciese la vista gorda con las desvergonzadas con las que se entretenía y pudiese ver siempre los partidos de futbol con los amigos.
Como siempre, excelente, Luisa!!
ResponderEliminarBesicos muchos.
Es un buen trato para la mayoría. ¿O no?
ResponderEliminarSaludos,
J.