En la pandilla nadie parecía querer asumir el reto: entrar en la casa abandonada. Todos los días jugaban durante horas frente a ella pero… ¿cruzar la verja?, eso era otra cosa; tanto es así que el día que la pelota cayó en su jardín delantero y Miguelito quiso imponer su liderazgo para que alguien fuese a recogerla, todos nos quedamos quietos y agachamos la cabeza, para subirla un momento después al ver a un niño de humo salir de la casa corriendo hacia el balón, cambiando los contornos de las cosas que veíamos como hace la niebla.
Qué giro más bonito Luisa. Me ha encantado!!
ResponderEliminarBesicos muchos.
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