Ajena a los cuentos de hadas en los que de ninguna
manera creía, durante años, llegó siempre a casa después de las doce, a veces
con un zapato de menos y no siempre acompañada de alguien que pudiese ser
considerado un príncipe.
Curiosamente, mucho tiempo después, apareció su hada
madrina, alguien que la trataba como una reina, que llenaba sus días de magia e
intentaba que fuesen realidad sus deseos más íntimos.
Es importante que no estén las hermanastras envidiosas. Facilita mucho las cosas. Y el amor,liberado (algo)de la sociedad machista y patriarcal,se encuentra a la vuelta de la esquina.
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ResponderEliminarMaravilloso re-cuento con final feliz. Buenísimo, Luisa. Besos.
ResponderEliminarGracias, Hugo, Belen.
ResponderEliminarYa llega el finde. Bien!!!
Una versión consoladora en estos tiempos aciagos. Abrazos por doquier.
ResponderEliminarGuau, me ha encantado la inmensa sutileza que impregna este relato
ResponderEliminarUn abrazo
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ResponderEliminarHay gente que encuentra hadas o príncipes. Da igual. El asunto es que te quieran. A Cenicienta solo la quería su hada madrina, ella es la que siempre estuvo ahí.
ResponderEliminarCada uno que lo lea como quiera pero.... Que todos tengamos a alguien, por favor.
Gracias a todos, Luisa
Buen juego con el cuento. Ingenioso y actualizado.
ResponderEliminarPríncipes y princesas y final feliz. Buen cuento: positivo y sutil.
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ResponderEliminarme encanto!
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