30 de marzo de 2016

El cumpleaños



            —¡Esta hija tuya tiene cada cosa! —le dice la tía Puri a mi madre.
            Las dos están en la cocina terminando de preparar la cena. Hoy la abuela cumple noventa años y seremos más de veinte para cantarle el happy birthday.
            —¿Y eso? —se limita a preguntar mi madre que ya está hasta el culo de cocinar y pasa bastante de discutir con su hermana.
            —He ido a ver qué coño hacía en su habitación, ya que ni se ha dignado venir a saludarnos —dicho sea de paso—, y resulta que... ¡anda, pero si está aquí espiándonos!... anda, dile a tu madre lo que me acabas de decir.
            —Que no quiero que os turnéis a la abuela —digo o más bien murmuro al ver la cara de mi madre; ha soltado la pezuña negra del jamón de oferta del súper y se ha quedado con el cuchillo en alto.
            —¿Pero a ti qué te pasa?... ¿Qué le habré hecho yo al divino para tener una hija así? A la abuela seguiremos turnándonosla hasta... hasta... que se muera.
            Ha bajado la voz para decir esto último pero la abuela la ha oído; está sentada en una esquina de la cocina, en una silla especial, bueno, especial especial no, solo que tiene un cojín de esos guateado del Ikea, «para que no se llague», dice mi madre; cuando lo dice pone la misma cara que cuando habla de las cosas esas que se ven en el cielo desde hace algún tiempo.
            A la tía Puri no parece importarle que la abuela se quede siempre aquí con nosotros, y a la abuela menos aún que hablen de su muerte.
            —De todas formas si os viene mejor tenerla un poco más, a mí me parecerá muy bien.
            —Anda, Puri, no me jodas, que ya te veo venir; la abuela seguirá como hasta ahora: una semana aquí y otra en tu casa.
            Me vuelvo a la habitación y me pongo a llorar. Al principio de que se la turnasen, no podía soportar tener que compartir habitación con ella. Su olor, sus ronquidos, sus pedos e eructos, sus carnes blandas, sus varices como gusanos bajo la piel... todo me asqueaba y, lo que más, su mirada entre ausente y divertida como si todo fuese coña, como si pasara de todo, incluso de aquellas extrañas cosas en el cielo.
            Pero ahora es muy distinto; mientras todos cierran las persianas —antes incluso de que anochezca— y que ni dormir sin comerse la bola pueden, la abuela permanece horas y horas de pie junto a la ventana abierta, con los ojos clavados en el cielo y una sonrisa de emoticono que se parte el culo, como si aquellas naves fueran putos globos de una fiesta para la que solo ella tuviera un pase.
            Aunque sepa que a la abuela se le ha ido la pinza y que no me puede entender, cuando me rayo tanto que no puedo respirar, le digo que tengo miedo y, entonces, ocurre algo raro que no he contado a nadie: ella pone la misma cara que si se hubiese olvidado de las llaves de casa antes de salir y se acerca a mi cama.
            —¿De qué tienes miedo, pequeña? —me dice acariciándome el pelo.
            —De aquellas cosas que están en el cielo, abuela, ¿vamos a morir?
            Y entonces se ríe, una risa de persona cuerda que hace que se me deshaga el puto nudo del fondo de la garganta, una risa de hada buena, de mujer sabia... luego vuelve hacia la ventana y yo me duermo. 

Autor: Dominique Vernay Juillet

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5 comentarios:

  1. Vamos a ver: ¿es que a nadie la llama la atención lo bien usados que están los tacos y el lenguaje de la calle por una francesa? Yo, confieso, que a mi me encanta, tanto como ver como unos extraterrestres pueden afectar a la vida de la gente más normal. Nada de hombres y mujeres que son como héroes a la superamericana, gente normal enfrentándose a lo desconocido.
    Gracias, Dominique

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  2. jeje... estoy totalmente desinhibida en castellano ya que cuando me sumergí en él ya me había liberado de las restricciones castrantes de una férrea educación católica... bueno, liberado al 100/100 no sé... cuesta, cuesta... ¡Gracias, Luisa!

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  3. Colocar bien un taco, donde debe, es una diferencia muy grande. Y señal clara de que se domina un lenguaje, lo cual... (aparte de escribir y otras cosas que haces), admiro.
    Un beso, Luisa

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  4. La historia tiene la dosis de misterio necesaria, y nos deja pensando... Tiene mucho valor saber que la autora escribió en una lengua que no es la suya natal. En el último párrafo corregiría "que se me deshaga el puto nudo..." Saludos.

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  5. Dos veces gracias, Hugo. Tienes razón; se lo digo a Luisa para que lo corrija. ¡Así da gusto trabajar!:-)

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