Salió del
tugurio en el que había pasado la noche. El sol de lo que iba a ser una mañana
de verano le dio en los ojos. Levantó la mano, como si quisiera que el día no
le tocase, y evitó mirar el cielo donde las naves se hacían siempre más
grandes.
En su cuerpo
aún llevaba impresa la huella de una noche intensa de alcohol y de drogas, de
chicas complacientes y de maricones charlatanes, como El Largo que estaba
pidiendo a gritos que alguien le diese un pinchazo en las tripas y le callase.
Comprendía los
malos augurios y hasta los miedos de que hacía gala El Largo, pero él no podía
permitirse el lujo de mostrarse débil aun cuando, como él, estuviese seguro de
que a la Tierra estaban llegando los verdaderos putos amos.
(¿sabes
que estamos escribiendo una novela entre todos?, ¿quieres participar?; descubre
cómo)
No pienso dejarme atrapar por los putos amos, lo sepas ;)
ResponderEliminarUn abrazo.
Se está poniendo la cosa muy tensa, hasta los más duros sucumben al miedo.
ResponderEliminarHay que ofrecer resistencia, estoy de acuerdo.
ResponderEliminarPor otro lado... qué tierno, hasta los malos tienen su corazóncito.
Gracias, guapetones
Se necesita un líder para afrontar el final con la cabeza en alto...
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