Muchas cosas quedarán en mi memoria de esta quedada,
pero no está de más guardar aquí algunas, sobre todo si la suerte viene de cara.
Iré despacito, para saborearlas, y empiezo ya con la
primera.
-la mano inocente del hijo de Gloria Arcos cogió mi
postal (de entre todas las enviadas al trovador en un juego previo a la quedada
en sí) e hizo que la torre de la Aljafería que veis, con su trovador y su enamorada
y las quince historias encerradas en ella acabasen en mis manos (podéis
disfrutar de todas y de algunas cosas más en el blog oficial, no estaría de más
hacerle una visita);
-la suerte de que fuese Fernando Vicente quien leyese para
todos la historia que escribí en esa postal, historia que reproduzco a
continuación;
-y la suerte, suerte inmensa, de recibir de regalo el
libro de Ernesto Ortega y Nacho Gallego, “Microenciclopedia ilustrada del amor
y el desamor” (libro que se puede adquirir en Talentura Libros).
Y para que quede constancia y las palabras no se
pierdan, estos son los versos que en la postal había:
Título: Doña Menda
Yendo para el templo por el lado del barrio judío,
acompañando con
la cabeza gacha a mi tío más pío,
quiso el Altísimo
que me diese un aire, un nosequé, un algo
y obediente
levanté la cabeza y, cosa rara, no era un fidalgo;
mi vista se
posó sobre unos ojos almendrados y vi
que su dueño no
era de aquí,
que más bien
podía llamarse Ali
como a mí me
nombran Doña Menda.
Desde entonces
presa estoy del calor, del vahído, del desasosiego,
del insomnio,
del poco hambre y de las ganas de un buen restriego.
Lo sé, soy
cristiana, a mucha honra, pero ese musulmán,
turbante, ojos
negros y tez morena, es el centro de mi afán;
él será el
receptor de mis misivas, miradas y versos,
de todos mis
suspiros y desvelos,
de a lo que
saben las uvas con queso,
tan seguro…
como me llamo Menda.
Así lo ha
querido Dios, que conste, yo soy inocente, buena y pía
pero mañana, en
su tienda, él será mío, diga lo que la gente diga.
Voy a hacer
como que quiero comprar un regalo, una alhaja, cualquier cosa,
e intentaré que
me toque la mano o se la cogeré, ¡me siento tan briosa!,
que no podrá
evitar mirarme,
sonreírme,
hablarme, tenerme,
yo que sé, lamerme,
comerme
mientras susurra en mi oído “mi Menda”.
Buenos y relajados días Doña Menda: Fue un placer compartir carruaje con vos, a la par que charlas, pensamientos, chascarrillos y paseos de 20 minutos por Saraqusta. Faltó compartir identidades justeras, pero ello lo dejaremos para mejor ocasión, señora mía.
ResponderEliminarA sus pies,
Buda
Doña Menda es muy de armas tomar, esperemos que el bello Ali, sepa complacerla.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un placer compartido y para repetir... con cualquier excusa; eso sí, sabes que no me quitaré la máscara, pidas como me lo pidas. Un beso.
ResponderEliminar¡jajaja!La chispa y el ritmo te llevan de la mano y no puedes parar de leerlo hasta el final. Y allí, Alí y Doña Menda supieron a qué saben las uvas con queso.
ResponderEliminarLuisa, por fin te puse voz y me encantó conversar contigo. De veras que tuviste mucha suerte al recibir el libro de Ernesto.
ResponderEliminar¡Nos vemos en la próxima quedada, o antes!
Besos.
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ResponderEliminarYa lo estoy leyendo y lo confirmo: tuve mucha suerte. También de conocerte que ya era hora. Un besp
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