He
descubierto, mi amor, que cuando ya me sabía tu cuerpo de memoria éste ha
empezado a cambiar obligándome a redescubrirlo. Encuentro ahora en él nuevas
arrugas y mis dedos pugnan por explorarlas ansiosos. Tú hablas con cierto temor
de los estragos que el tiempo está haciendo en él; y yo encuentro que cada uno
de esos cambios tengo que disfrutarlos, saborearlos y hacerlos míos, como he
hecho siempre.
¿No lo ves como yo lo veo? La edad
también me ha cambiado a mí: he dejado de tener prisa, veo más bien poco y he
perdido incluso algunos dientes; ahora, más que nunca, estoy preparado para
amarte despacio, de cerca y suavemente.
¿No lo ves? Tú y yo seguimos juntos
y cada uno de nosotros tiene el cuerpo que el otro quiere disfrutar y se
merece.
A veces la vista también va fallando.
ResponderEliminarUn saludo.
A eso se le llama adaptarse a los tiempos.
ResponderEliminarUn abrazo, Luisa