Él iba desde hacía varios años a aquel bar y siempre
le ocurría lo mismo. Le atraían como un imán los cuerpos atléticos de aquellos
hombres, envidiaba su forma atrevida de vestirse, de moverse, su orgullo y, a
un tiempo, se sentía el hombre más viejo y solo del mundo.
Viejo y solo hasta que llegó él, un joven alegre de
pantalón ajustado que le eligió aquella noche y que le convenció para que
pasasen el resto de sus vidas juntos.
No hay nada como un buen flechazo.
ResponderEliminarBesos.
Me gusta ese flechazo y ese momento crucial!
ResponderEliminarBesicos muchos.
El instante en el que tu vida puede cambiar, con independencia de que seas correspondido o no, ese momento es especial. Incluso he visto "flechazos de amistad" entre niños, y son igual de potentes y alucinantes. Qué cosa, verdad??
ResponderEliminarGracias por la visita
Para que luego digan que la magia no existe.
ResponderEliminarUn abrazo, Luisa
Y que nunca falten, Luisa. Miles de besos, preciosa.
ResponderEliminarLa magia existe, Ángel, y no nos fallará nunca, Izaskun.
ResponderEliminarY a tí, Julio David, gracias por la visita, como a todos.