Hacía mucho tiempo que no sentía el
tacto de la piel en su lomo, hacía demasiado que esperaba; y ahora que veía
quien le leía, la poca viveza en los ojos, el sopor y la desgana con los que
llevaba a cabo la sagrada tarea de leer, se sentía dolido y decepcionado. No
obstante, una vez más, hizo gala de profesionalidad, algo que claramente no se
merecía aquel botarate, y permaneció firme, erguido, con las páginas abiertas
en el mejor ángulo, con el empaque que sólo puede tener el libro contenedor de
un clásico; todo por perseguir, hasta sus últimas consecuencias, la remota
posibilidad de conmover a un idiota con unas palabras escritas como Dios manda.
Sin embargo parecía que, más pronto que tarde, aquel hombre lo abandonaría en
la mesilla por un periodo de tiempo indeterminado. Poco podía hacer, y parecía
que bien poco podía esperar. Miró de reojo el dormitorio en el que se
encontraban e intentó averiguar si aquel ser estaba casado.
(microrrelato
incluido en “Menguantes”, libro que puedes descargarte en este enlace)
Ya dice el refrán que "no se hizo la miel para la boca del asno".
ResponderEliminarUn abrazo, Luisa
Mucha razón. Habría que identificar a los asnos antes, a veces no está fácil.
ResponderEliminarGracias
triste destino de los libros con cierta enjundia, caídos en manos deleznables.
ResponderEliminarBesos.