Mis padres son unos profesionales
del disfraz, lo sé porque soy su hijo. Él es genial tras su máscara de
funcionario, mi madre borda el papel de contable, él es único simulando ser un
buen vecino y ella no tiene rival como amante esposa.
Yo siempre les admiré profundamente
pero nunca fui tan bueno como ellos.
Lo descubrí en una de esas reuniones familiares que
todos odiábamos. Oí un comentario desagradable y, antes de darme cuenta,
disfrazado de asesino, empujaba bajo la cama de mi cuarto el cuerpo de la tía
Herminia; momento en que mi padre entró en la habitación y dijo “qué has hecho”
para inmediatamente después adoptar el papel de chivato. ¡Qué reflejos, qué tío!
Su actuación fue tan buena que acabé con los huesos en la cárcel pero, tras el
correspondiente enfado, creo que mi estancia aquí me ha servido para mejorar.
Salgo mañana y estoy deseando llegar a casa, quiero
sorprenderles con mis nuevas habilidades y demostrarles lo buen profesional que
he llegado a ser.
(Proyecto: No me cuentes películas. ¿Te animas a
contar una historia que tenga el mismo título que la película pero que no tenga nada que ver con ella)
Muy bueno tu relato Luisa y el final inmejorable. La peli no creo haberla visto, ya en las ciudades pequeñas hace mucho que no pasan cine (Bueno ahor alo están intentando de vez en cuando) y las que ponen en la tele, como que son bastante malas o demasiado repetidas.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Yo no estoy completamente segura de haber visto la película pero, leyendo un poco sobre ella, dan ganas.
ResponderEliminarMuchas gracias por la visita y los comentarios. Un beso
Vaya personaje, tu personaje. Lejos de enmendarse, en la cárcel ha perfeccionado sus maldades y su técnica.
ResponderEliminarUn abrazo, Luisa
Muchas gracias, Ángel!!! A lo mejor es que de tal palo tal astilla o la cárcel no es sitio para rehabilitarse. Gracias
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