6 de marzo de 2019

Nunca es tarde



Acababan de servirme la ensalada cuando le vi entrar en el restaurante y dirigirse a mi mesa.
-Disculpa el retraso, no encontraba aparcamiento.
La lechuga que tenía en la boca me impidió hablar.
-Has hecho bien en empezar. ¿No te habrás convertido en vegetariana, verdad?
Entre sonrisas, antes de que pudiera contestarle, llamaba al camarero y decía:
-Quiero lo mismo que ella.
No pude evitar sonreír.
-Estás estupenda, oye. Se nota que te cuidas.
-Gracias –acerté a decir.
-¿Y a mí, me notas el gimnasio?
Yo asentí. Él llenó las copas.
No supe su nombre hasta la segunda cita.

(microrrelato escrito para el concurso convocado por el restaurante La Gilda, en Comillas)

1 comentario:

  1. Muy bueno. Así como eso que veo en cuatro cuando ceno y hago zapping, no?
    Besicos muchos.

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