Para mí, que me gusta disfrutar del
vino con calma y mesura, a la temperatura adecuada y con la comida más acorde,
ver como ella se bebió sin respirar el Vega Sicilia y pedir gaseosa fue
perturbador; tanto que, aunque intenté mantener la compostura como mi educación
exige, al verme, ella comenzó a reírse a carcajadas tan llena de vida.
Desde
entonces yo la incito a probar cosas que le son nuevas, espero su reacción, me
escandalizo, abro los ojos o amago una crítica y ella me abraza risueña, me
abraza risueña, me abraza risueña.
(microrrelato escrito para el
concurso convocado por las bodegas Miradorio)
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