Yo creo
que sabía que era demasiado grande como para entretenerme con aquellos
estúpidos dibujos animados, pero aún no había encontrado el valor para contarme
lo que pasaba en su habitación cuando entraba con aquellos hombres que con
suerte deseaban desaparecer de mi vista cuanto antes.
Por mi parte yo tenía mis sospechas
pero, ante algunos comentarios de mis amigas, no dudaba en negarlo todo y
enfadarme llegado el caso.
Después, al cabo de un tiempo, la
puerta del cuarto de mi madre volvía a abrirse y una tímida normalidad
comenzaba a instalarse en nuestras vidas. Mamá sonreía mientras apretaba unos
billetes en la mano, ellos salían de casa sin decir adiós e intentando no
mirarme y yo hacía como que me sumergía en Peppa Pig unos minutos más, odiando
a ese dibujo que tenía justo lo que a nosotros nos faltaba: un padre.
(respuesta
a la propuesta “rosa” de Esta noche te cuento)
Un padre no sé, pero un trabajo mejor...
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