Era demasiado. Les había dejado que
vivieran allí, aun cuando habían demostrado que eran poco respetuosos,
descuidados y sucios; y ahora que ya estaba hecha una mierda, no sólo se
atrevían a pensar en largarse, lo último había sido oírlos hablar sin tapujos
de un lugar mejor, mejor de lo que ella había sido. Ya estaba muy harta. Una
palabra más, un desprecio más, y se iba a olvidar de su santa paciencia y les
iba a mandar la artillería pesada: cambio climático, terremotos y plagas, todo
en uno. Se iban a enterar esos orgullosos bípedos encantados de conocerse.
¿Pues no habían sido capaces de decir que “la cuestión era si otros lugares
podían tener ambientes más benignos”?. ¡¿Más benignos que ella?!
Si nunca les gustó, ¿por qué
salieron del agua?
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