23 de octubre de 2019

El gran dictador




Se despertó y descubrió que estaba preso y sin fuerza en los brazos y en las piernas como para emprender la huida. Probó entonces a gritar, a llorar, diciéndose que no perdía nada por hacerlo; y al cabo de un rato, ante sus ojos, apareció un rostro. Así fue como puso cara a sus secuestradores, pues eran dos.
Durante los siguientes días estuvo poniéndolos a prueba de diversas formas hasta constatar, con profunda satisfacción, que tenía el poder en los pulmones y ellos el punto débil en los oídos, llegando incluso a ponerle un chupete que él pronto aprendió a escupir.
En cuanto al síndrome de Estocolmo, eso fue algo después.

2 comentarios:

  1. Según he leído el título me ha sido inevitable pensar en dos personas: Hitler y el niño que cuida una de mis amigas.

    En cuanto tu relato: no me ha podido gustar más... Los bebés son sin duda mucho más sabios de lo que creemos los adultos.

    Un abrazo.

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  2. jajajaja qué óomico !!!!!!!!los bebes te pueden llevar a eso y a mucho mas
    saludos

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