La
veo dejar con desgana el cesto a la entrada de la casa, junto al perchero; ya
solo viéndola sé que esta mañana ha sido en balde. Ni comida, ni dinero, ni
trabajo, ni nada, pero me abstengo de abrir la boca porque está hecha un
cuadro, agotada. Arrastrando los pies se acerca hasta el mueble que usamos de
sofá y se deja caer en él, me cuenta entonces cómo le ha ido, un cuento en
realidad, y cómo esta vez, solo por el canto de un duro y porque no llevaba la
capa roja con capucha con que todos la recuerdan, aquella que tiramos
apolillada hace ya algunos años, no quisieron contratarla.
Que triste es que nos ponga una etiqueta!! El relato Luisa, como siempre, excelente!!
ResponderEliminarBesicos muchos.
Habrá que seguir insistiendo
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