-No
tardará mucho en llegar, en cuanto acaben las clases.
Cinco
minutos después los niños se acercaban a nuestro comedor y lo vi, comprendí por
qué me habían dicho que era imposible no verlo.
Delgado
y con los ojos brillantes, apartándose de sus compañeros o siendo apartado, el
pequeño apareció rodeado de una nube de seres como yo no había visto jamás.
Fantasmas, hombres del saco, animales de grandes fauces y entes extraños que su
imaginación no dejaba de crear, cuyo número se había disparado desde que
nuestra ONG había llegado y que habían empezado a aislarle de los que hasta
entonces habían sido sus compañeros de juegos.
Impresionante
e inmanejable, una verdadera amenaza.
Hasta
que le expliqué algunas cosas que había aprendido en un taller literario,
trucos con los que atar a todos aquellos seres a un papel y poder llevar una
vida más o menos normal.
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