30 de marzo de 2015

La huida

Habían sido años de oscuridad y de inactividad, encerrado entre dos paredes, viviendo una vida para la cual no había sido imaginado.
Salió de entre las páginas del libro, se dirigió hacia el borde de la estantería, un acantilado, y la visión de los cientos de libros apilados, llenando todo el espacio visible, lo paralizó.
Se puso a pensar durante un momento. Quizás no en todos ellos había vida, quizás fuese más difícil de lo que había creído; pero enseguida supo que no podría seguir esperando.
Miró un momento hacia atrás. Vio como su eterno enemigo se acercaba a la que había sido su novia desde hacía años, el muy miserable, y, tras leer el título del primer libro que estaba a su derecha, se zambulló entre sus páginas.

26 de marzo de 2015

El pescador

No tuvo suerte aquella noche.
Se había propuesto salir a pescar el esqueleto de una historia, algo a lo que coserse al costado, con lo que llenar las horas y las páginas, a lo que nutrir; y sólo encontró un título, un autorretrato triste de cómo se sentía, apenas cinco palabras. “El viejo y el mar” había escrito.
Sólo al día siguiente, cuando las volvió a leer encabezando la hoja en blanco que salía de la máquina de escribir, entendió cuán grande era aquello que había pescado y dejó que la historia, como una red, le atrapase.






 (microrrelato seleccionado en el concurso convocado por Artgerust y publicado en el libro “Por quién doblan las campanas, concurso homenaje a Ernest Hemingway”)

23 de marzo de 2015

Risoterapia

A la sexta puñalada notó que el enfado le abandonaba; sin embargo, le asestó una más: la de gracia, para asegurarse, para que no hubiese dudas. Y comenzó a sonreír, a partirse de risa, de mucho mejor humor que un muerto antes. Sin duda.

19 de marzo de 2015

Efecto dominó

Había perdido su canica preferida.
La canica que le había regalado su padre en el último cumpleaños.
Un cumpleaños triste porque ya no estaban juntos.
No vivían juntos desde que sus padres se habían separado.
¿Por qué se habían separado?, nunca lo supo.
Nunca supo que su padre tenía una aventura y su madre le había echado de casa.
Una casa con jardín, que ahora les venía demasiado grande.
Tan grande como la tarta que le compró su padre para ese día.
Un día que odiaba, como éste, en que había perdido la canica.
La canica que era su prefería y que odiaba por lo que le recordaba.
Lo que le recordó que este fin de semana estaría con su padre.
Y su padre siempre le regalaba algo.
Algo como una canica, como un coche eléctrico o… como volver a casa.

16 de marzo de 2015

En prácticas

Malo era que la hubiesen secuestrado y que aquel hombre se acercase a ella con una sierra mecánica en las manos. Sin embargo, lo peor había sido ver la L de tamaño reglamentario que tenía en la espalda.

12 de marzo de 2015

El ojeador

En cada cuerpo, un corazón. Con cada latido, un río. Y éstos extendiéndose por la ciudad que se abre bajo mis pies.
Percibo con claridad el aroma inconfundible de la sangre, siento como satura mi olfato y me enciende. Nadie me ve; me atrevo a sonreír, dejo que los colmillos escapen de mi boca y ensayen un mordisco.

(microrrelato escrito para esa fotografía, una propuesta de la IM)

imagen de Christian Pereira Rogel


9 de marzo de 2015

Formas

Un cuadrilátero es más calculador, eso sin hablar de que con sus vértices puede hacerte daño. En cambio las circunferencias, ellas, son capaces de los mejores abrazos; eso sí hay que evitar que se te acerquen al cuello, no sea que entre mimo y mimo vayan a dejarte sin aire.

(microrrelato publicado en el blog Cincuenta palabras)

5 de marzo de 2015

Hay que reconocerlo

A nadie se le ocurrirá que solo quiso volar, como antes tampoco nadie pensó que intentaba vivir sin comer o vaciarse de sangre. Muchos dirán que se ha suicidado y no se equivocarán del todo; pero yo quiero pensar que al fin tuvo éxito y que logró alcanzar la muerte de la manera más bella. Le imagino extendiendo los brazos como alas y mirando el cielo; creo ver en su rostro un pico y una sonrisa. Por eso no puedo hacerlo, no quiero ver la huella del asfalto en su cuerpo.

2 de marzo de 2015

Revida

Tuvimos que aprenderlo todo de nuevo, que hay gente que levanta la mano para acariciarte, que se puede llorar de risa, que esconderse es un juego, que para pasar miedo puedes ver una película, que no siempre los mayores mandan, que existen muchas posibles respuestas a las preguntas, que la piel es blanca y lisa, que el silencio no tiene por qué ser triste o qué es eso que los otros llamaban con los ojos soñadores “familia”.
Ya digo que, desde que huimos de casa, tuvimos que aprenderlo todo; pero lo cierto es que nos gusta.

(microrrelato finalista del concurso convocado por Tribune for Human Rights con motivo de difusión de la película “Refugiado”, a cuyo preestreno tuve el placer de asistir el pasado jueves)