Sobre
el centro de la ciudad, en el corazón mismo, hay una boina de contaminación que
empieza a doler en el pecho, que desdibuja la realidad y envenena el ambiente.
Ayer, al fin, llegó el ansiado aguacero. Ayer ella,
limpiándose por dentro, comenzó a llorar.
Hay mucho que llorar para limpiar nuestras ciudades.
ResponderEliminarUn abrazo.
Qué Alivio!!! Cómo siempre inmejorable y para más info, me haces pensar.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Las lágrimas, ese desahogo natural que limpia y desatasca.
ResponderEliminarUn abrazo, Luisa