4 de diciembre de 2019

La carretera

Tras la última curva, el paisaje se abre y me permite ver cómo la alfombra de asfalto toca el horizonte, tan distante. Suspiro y, cansado, hago que mis piernas vuelvan a ponerse en marcha; desde que recuerdo, esto es lo único que hago: andar, en silencio y solo, sin metas, dando por seguro que solo la muerte logrará pararme.
Un día como otro cualquiera descubro un punto aproximándose. La excitación lucha porque mis pasos se aceleren, el miedo quiere pararlos, pero al fin el ritmo tranquilo de mi rutina de años gana y sigo, como siempre y simplemente, andando.
Lentamente nos acercamos el uno al otro y, cuando nuestros rostros empiezan a tomar forma, nos observamos curiosos e incrédulos; hasta tropezar con una superficie fría y extraña, un espejo que multiplica por dos el paisaje, una frontera ante la que acabaré girando sobre mí mismo, como quizás ya he hecho antes, para enfrentarme de nuevo a la carretera que llena mis días y culebrea infinita, de la que el viento ya ha borrado la huella de polvo de mis pasos.

1 comentario: