La propuesta partió de Piluca. ¿Por qué no hacer una
sociedad literaria y empezar a comentar todas las palabras que caían en
nuestras manos vinieran de donde vinieran: un periódico, un folleto o la
envoltura arrugada de una chocolatina? Leer era gratis, ¿verdad?, y hablar
también.
El comentario llegó en un buen momento, para entonces
ya nos habíamos contado todas nuestras vidas, las pasadas, las de verdad, las
vergonzosas y las que nunca iban a ser vividas; y puede que por eso, o porque
no teníamos nada más que perder, en apenas unos días nuestra humilde sociedad
era un éxito. De repente nuestros paseos erráticos por la ciudad tenían un
objetivo más, un propósito; y la noche, en vez de ser ese momento en que nos
ganaba el frío o la tristeza, se trasformó en un espacio para argumentar,
opinar y discutir, para arreglar el mundo y juzgarlo a nuestra manera.
Ayer Goyo comentó que también podríamos hacer un
taller de cocina dando lugar a algunas chanzas y risas; no creo que nadie le
tomase en serio hasta hoy en que, ahora que vuelve a caer la noche y nos
reunimos alrededor de las hogueras, empezamos a percibir un agradable olor y a
pensar que quizás eso del taller no es en absoluto una mala idea.
Bellas propuestas y mucho más, tu relato. Como siempre original y bonito!!
ResponderEliminarBesicos muchos.