Su
incontrolable afición por los viajes interplanetarios terminó con una de esas
irresolubles paradojas del tiempo cuando llegó a su pasado para encontrarse
frente al que había de convertirse en su marido, pero sabiendo lo que había
ocurrido entre ellos después. En ese momento se preguntó, ¿para qué casarme si
nos vamos a divorciar?, dándose cuenta quizá de que, al rechazar aquella
primera cita, acabaría por no percibir la pensión que le había permitido
realizar aquellos viajes interplanetarios, obligándola a conformarse con
quedarse en la Tierra aunque, claro está, mucho más feliz.
Jajajaj, que bueno!!
ResponderEliminarBesicos muchos.