Su padre, carpintero de toda la vida, le había
enseñado bien y ahora se notaba, hasta parecía que estuviera en su mente repitiéndole
lo que tenía que hacer: “para mayor firmeza, remacha, machaca la cabeza del
clavo ya clavado”. Y así hizo, lástima lo de la errata, clavo por calvo, y
también lo de la sangre.
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