Llegaron los paquetes con disfraces para la convención
de anime: antifaces, botas de tacón y trajes de peluche. La rutina
se desvaneció y el departamento de marketing reunido en la sala de juntas se
sumergió en una amalgama de piel y látex sin distinción entre jefes y empleados, mezclando personajes
e historias de manga, fluidos y caricias, diálogos aprendidos de memoria,
curiosas propuestas o gemidos llegado el caso. Siempre ocurría así, y cuando
regresaban a sus puestos, con la peluca despeinada y el maquillaje borrado,
sonreían exultantes por ese deseo que les unía y por disfrutar: ser un dibujo
animado con caprichos adultos.
(texto para esta propuesta
de ENTC, escrito a medias con Belén Sáenz; juntas éramos Las Canículas)
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