Con las oportunas apariciones habían
logrado que uno de los almacenes del Hilton Splendor fuese su refugio. Eran
Drácula, amante del lujo; Shrek, cansado del pantano; y Rumpelstiltskin, loco
por el oro; aunque con frecuencia recibían visitas. Teniendo como tenían a mano
humanos en permanente rotación, se habían repartido el botín. La piscina era
del enano, el lugar en que más tangas había para quien afirmaba entre risas
tener entre las piernas un misil. El ogro verde optó por las cocinas, atraído
por el pollo y el queso pero deslumbrado por la exótica cocina internacional. Y
Drácula eligió los dormitorios en donde, elegante, puntual y sin reloj,
desembarcaba cada noche para saciar su sed. Sin embargo, el último invitado,
salvaje, malintencionado, simple y sucio, lo había desbaratado todo en dos
días; escondía ajos, robaba bikinis, estropeaba comida mientras, negando ser el
autor, celebraba con carcajadas y gritos cada estúpida broma.
(microrrelato escrito para esta propuesta,
el Monstruoscopio 2025 de Esta noche te cuento)
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