Vivía en la calle, no tenía nada, pero nunca olvidó regalar el vuelo de una mariposa a cada mujer que veía. “¡Mire, señora!”, decía mientras sus ojos simulaban seguir el movimiento del insecto y sus labios dibujaban una sonrisa sin dientes, “¡Mire, señora, qué mariposa tan linda!”
Murió algún tiempo después, negando que el hambre le doliese, sintiendo en el estómago el aleteo de cientos de mariposas que no habían existido nunca.
(microrrelato presentado al Concurso de Microrrelatos A-Zeta)
Pues es mucho mejor que algunos de los finalistas. Precioso.
ResponderEliminarUn beso, Luisa.
Gracias!!
ResponderEliminarQue coste que la primera frase está "basada en hechos reales" y sólo el segundo párrafo es purita ficción.
Un relato muy tierno.
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