14 de julio de 2015

Ciencia ficción


Esta mañana, cuando salí a la calle dispuesta a iniciar mi camino al trabajo, tuve una visión extraña: por un instante, creí ver un túnel de luz rodeándome, similar a aquellos que aparecen en las películas de ciencia ficción cuando la nave realiza un salto en el hiperespacio.
A partir de ese momento, comencé a percibirlo todo de otro modo. Distintos mundos y distintas dimensiones, diferentes escalas de tiempo y realidades.
Un hombre se cruzó en mi camino; por un momento pareció que íbamos a chocarnos pero los túneles por los que avanzábamos, en los que estaban programados el lugar y la hora de nuestros destinos, se curvaron. Pasé junto a una pareja que se despedía, que no quería separarse, un pequeño mundo en que el tiempo corría a una velocidad distinta del que regía mis pasos o del de aquel que un poco más allá parecía esperar a alguien. Una pandilla de jóvenes luchando por alargar la noche, otros comenzando el día, una bicicleta moviéndose como una sombra en silencio, un coche saliendo de un garaje, un viejo avanzando con parsimonia, un niño haciendo pucheros cogido de la mano de su madre, una mujer abriendo un bar y otro, algo más lejos, abarrotado de gente, luchando aún por poder cerrarse.
Mundos rodeados de una piel de luz, aislados, en los que el tiempo y el idioma, lo que se tiene y lo que se desea, lo importante, no se parecen en nada. Y todos esos mundos están aquí, en este espacio-tiempo y en este instante.
Esta mañana descubrí que la ciencia ficción es realidad y que nosotros somos aventureros, exploradores, astronautas.

2 comentarios:

  1. ¡Genial Luísa! Vivimos en la ciencia ficción ¿Por qué no? ¿Quién dice que no volvamos de pronto a la realidad y nos llevemos un gran susto? Me gustó mucho.

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  2. Un susto de los gordos, Cuánta razón tienes!!!
    Y gracias

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