2 de marzo de 2018

Protección de testigos

Mis órdenes eran claras: hacerla desaparecer, matarla.
Antes incluso de internarnos en el bosque, comentó que este siempre le había dado miedo pero que mi compañía le tranquilizaba, halagándome sin querer como nunca lo había hecho nadie.
A lo largo del día sus ocurrencias, sus descubrimientos, su risa y su charla acabaron por conquistarme; de modo que, al caer la noche, aun cuando con mis palabras no quería de ningún modo dañarla, le hablé de mis órdenes, de esas que había decidido no cumplir y que nos obligarían a escapar y a ocultarnos.
Lo más prudente hubiese sido separarnos, pero ni lo hicimos, ni lo haremos.
Fuimos un cazador y Blancanieves y ahora, según quien haga las preguntas, somos todo el uno para el otro o no somos nada.

(microrrelato publicado en la revista Callejón de las Once Esquinas #5 que ya puedes leer y disfrutar, ¡gracias!)

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