25 de marzo de 2019

Absurdo regalo

Cuando la ciencia hubo resuelto todas sus dudas, Tanu no dudó en implantarse en el cerebro una microcámara digital con la que registrar cada uno de los momentos de su vida. Y así, cuando murió, siguiendo sus instrucciones, las imágenes y los sonidos contenidos en la memoria de la cámara fueron entregados en el correspondiente chip al pariente más cercano junto con un mensaje del propio Tanu, un pequeño discurso con el que le hacía entrega de lo que consideraba el mayor y mejor de los regalos: su vida.
Cuando su pariente terminó de oír la presentación, entre atónito y perplejo, empezó a preguntarse qué era lo que se esperaba de él, qué podía hacer con ese pequeño objeto que aún tenía en las manos.
Hoy, cuatro meses después de aquel día, ese hombre ha dejado de hacerse preguntas. Ha decidido que no quiere ser espectador de nadie, que quiere ser el protagonista de su propia vida y ha eliminado todos los archivos que el chip contenía sin ni siquiera haberles echado un vistazo.

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