29 de marzo de 2019

Ciudad Umbría

Era una ciudad grande, gris y fría. Los hombres que la habitaban recorrían sus calles aprisa, como huyéndose, silenciosos y cabizbajos. El cielo permanentemente encapotado y, bajo él, una nube de denso silencio. A veces, muy de vez en cuando, caía una lluvia fina y sucia, como una baba, que, lejos de lavarlo todo, manchaba la realidad con el color del cieno.
Y, sin embargo, esa lluvia era lo mejor de aquel mundo. Al cabo de unos minutos de iniciarse, ellos se paraban absortos y perplejos junto a un charco, luciendo una mueca que quizás era una sonrisa, y empezaban a perseguir con la mirada el reflejo negro de las nubes.
Por suerte salió el sol, tampoco nunca vieron la sombra efímera de un arcoíris, aquellos hombres habrían muerto deslumbrados y la ciudad se habría quedado tan vacía y silenciosa como siempre.

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